Y después de estas palabras vació el vaso y se puso a hablar nuevamente de Olga.
¡Así es el amor! Estaba alegre; el plazo feliz quedaba decidido; dentro de dos
semanas le esperaban el misterio del lecho conyugal y la dulce corona del amor. No
pensaba en las horas de tedio y de bostezos. Entretanto, nosotros, enemigos del
himeneo, sólo vemos en la vida familiar una serie de fatigosos cuadros y una novela
al estilo de La Fontaine. Mi pobre Lenski, por su corazón, sólo había nacido para una
clase de vida. Era amado; al menos, eso se figuraba él, y era feliz. ¡Dichoso mil veces
el que está consagrado a la esperanza! Quien, calmando la calculadora inteligencia,
reposa en la indolencia del corazón, como el caminante borracho en la posada, o,
dicho con más delicadeza, como la mariposa impregnada del néctar de la flor en
primavera. Sin embargo, ¡desdichado el que prevé todo, cuya cabeza siempre
considera con lucidez; quien mira materialmente todos los movimientos, y las
palabras, y cuyo corazón, amargado por la experiencia, no puede olvidar.





