Washington, D.C. – Putin, meses después de la reunión en la terminal área con George W, Bush, dejó claro que terminaría con el dominio estadounidense. En la Conferencia de Seguridad de Múnich en 2007, hace 15 años, el presidente ruso criticó al poder en Washington, hablándole a los asistentes, entre los que se encontraba Robert Gates, entonces secretario de Defensa estadounidense, que Estados Unidos había traspasado fronteras en “todos los sentidos” y exhibido “una hiperactividad en el uso de la fuerza casi sin restricciones”.
En ese momento, Putin reprendió a la OTAN por “poner sus fuerzas de primera línea en nuestras fronteras”. También, criticó a Estados Unidos por los planes de instalar defensas antimisiles en Europa y exigió “una nueva arquitectura de seguridad global” para equilibrar al mundo dominado por Estados Unidos, misma demanda que está haciendo en las últimas semanas.

Andrei Kolesnikov, investigador principal del Centro Carnegie de Moscú, dijo que el discurso de 2007 fue una «hoja de ruta» para Putin. “Demostró cómo se comportaría, y fue honesto”, dijo. Sin embargo, Putin carecía de fuerza para lograrlo.
Al año siguiente, la OTAN se reunió en Bucarest y declaró que era cuestión de “cuando si o cuando no” se unirían a la alianza los estados exsoviéticos de Georgia y Ucrania. Cuatro meses después, una Rusia enfurecida invadió Georgia y una vez más exigió una nueva arquitectura de seguridad europea. Pero la actuación desastrosa del ejército ruso en esa guerra dejo claro que Moscú no estaba preparado para reordenar los asuntos mundiales.
Según Sonney y Dixon, nada alimento más sus temores de la intervención estadounidense que las protestas finales de 2011 en Moscú. El estallido del malestar social en las calles de la capital, que siguió a las elecciones parlamentarias rusas calificadas como amañadas, representó la mayor amenaza a su poder en el país. En medio de las demandas de más democracia de los manifestantes, Putin vio los tentáculos de Washington que venían a estrangularlo.

Denunció a los manifestantes como peones de Washington siguiendo el ejemplo de la secretaria de Estado de Obama, Hilary Clinton, y después de cuatro años como primer ministro regresó a la presidencia como un hombre diferente. Reprimió la disidencia interna y se proclamó él mismo como un abanderado mundial de quienes se oponen a los valores de occidente.
Mostró en Siria su voluntad de usar la fuerza para contrarrestar el poder de los Estados Unidos y lo ayudo a profesionalizar un ejército que ahora confía para amenazar a Ucrania. Su interferencia en la elección presidencial en Estados Unidos en 2016 demostró otro nivel de asumir el riesgo de Putin en su búsqueda de devolver el golpe a Estados Unidos y su creciente confianza en su capacidad para salirse con la suya. (continuará…)