CulturaLado B

Un lugar para leer

Las personas buscan en las cafeterías un pequeño refugio para distraerse y conversar con amigos. Un lugar para leer en la tranquilidad de los pensamientos. Ese espacio debe ser ideal para extraviarse en el laberinto de la lectura. Había un librero que acudía todos los días a la misma cafetería para leer el periódico y disfrutaba la soledad. Acostumbraba a recomendar libros, decía que no tenían guerras y eran ventanas de ilusiones. Mendel el de los libros, ilustraba las obsesiones de un librero que vendía obras incunables a coleccionistas, pero con la Primera Guerra Mundial, fue encarcelado. Pensaban que era un espía y fue golpeado brutalmente. Con el tiempo liberado y no quedaba bien de sus facultades mentales.

Deambulaba como loco por las calles de Viena y seguía acudiendo a la misma cafetería, así fue hasta que se quedaba sin dinero. La mesera que tenía años de conocerlo y le guardaba cariño, se encargaba de pagarle sus cuentas que incluía café y pan. Luego de tres años desapareció sin dejar rastro. Trascurrieron décadas, cuando de buenas a primeras aparecía un detective que buscaba al librero. Entrevistaba a la mesera. Ella le comentaba que hacía mucho tiempo que no acudía a la cafetería y quizá ya habría muerto. La última vez que lo vio, le regaló dos libros. El investigador los vió y le comentaba que eran obras incunables. Zweig trabajaba escribiendo biografías de largo aliento. Era de esos novelistas que tiene una prosa atractiva, que te mantiene atento. Su legado, imaginariamente es una gran biblioteca y Stefan un librero que coleccionaba historias para satisfacer su ego de erudición.