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Un hogar derrumbado, por Javier «tigrillo» Vallejo

El jinete de bronce de Pushkin es una obra que relata un hecho real, la inundación que destruyó San Petersburgo, 7 de noviembre de 1824. La ciudad fue asolada por una tormenta que produjo severas inundaciones. Los sarcófagos flotaban por calles y plazas estaban convertidas en lagos. La gente murmuraba que era un castigo divino y ante esa situación de desastre tuvo que esperar hasta que el nivel del agua bajara, para iniciar la búsqueda de su novia. La tragedia se concretaba al llegar a la casa de su amada. Encontraba un hogar derrumbado.

Destruido, inicia un viaje a la demencia. Trastornado, vagaba y pasaban los meses. Su vida era tempestad, no tenía ganas de vivir y se alimentaba de lo que le daban. La ropa vieja se empezaba a pudrir y ahora era un vagabundo, que dormía donde lo alcanzaba la noche. Un día despierta frente al palacio del jinete y por un instante parece recuperar la memoria. Eugenio en su juicio insultaba al monstruo de metal. Era tal su paranoia que el jinete le contestaba molesto e imaginaba que lo perseguía. Escuchaba el galope. Corrió toda la noche, así trascurrió la tenebrosidad del vagabundo. Días después lo encontraron muerto en una isla.

Leer a Pushkin fue anecdótico. Era un 7 de agosto del 2016, estaba de vacaciones. Ese día Karinthya cumplía 30 años. Le hablaba sobre la historia y en tono irónico refutaba: ¿Qué hubiese pasado si la novia de Eugenio no hubiese muerto?, Geraldine decía que la novia de Eugenio fue la comida de un tiburón y defendía a los caballos de bronce. El ruso pensaba que la mocedad es la etapa perfecta para casarse, para crear un «hogar modesto y confortable”. Uno de sus sueños era educar a sus hijos y vivir con su esposa hasta que de viejo sus nietos lo enterraran.