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Un cacique, por Javier «tigrillo» Vallejo

Petróvich Troekúrov era un cacique ruso que poseía enorme riqueza en tierras y sirvientes. Las personas lo complacían por adulación y su vida giraba en fiestas. En todo pueblo hay hombres rectos, ahí vivía Dubrovski, un teniente retirado. Un luchador ante obstáculos, en su juventud se había casado y fue padre de un varón. Su esposa había muerto y se hizo cargo del niño y cuando creció lo envío a estudiar a San Petersburgo. Ambos personajes antagónicos se respetaban, habían coincidido en la infancia y estudiado en la misma escuela.

Como militares libraron batallas, ya retirados los dos salían de cacería. Un mal día estaba burlándose de su viejo amigo, ya que tenía pocos perros que usaba para su trineo. El cacique hasta mataba perros por placer. Era la única persona que no lo adulaba. Lo abandona y le escribe una carta diciéndole que no volverá a cazar y que su dignidad es noble como la rancia estirpe. Esa fue la discordia en aquella vieja amistad. Dubrovski fue perdiendo el respeto y las personas cometían fechorías en sus tierras. Tuvo la osadía de capturar a los malhechores y les dio una lección, pero eran trabajadores del cacique y éste pensaba vengarse.

Queda de verse con un abogado, que se distinguía por la artimaña de comprar jueces y le dice que necesitaba quitarle las tierras a Dubrovski. Las gestiones prosperaron y ambos fueron citados por el juez. En la sentencia pierde sus tierras y eso daña su salud. Su sirvienta le envía una carta al hijo, le explicaba los motivos y solicitaba su presencia. En el camino el hijo de Dubrovski recordaba su infancia y su pasado cuando jugaba con la hija del cacique Petróvich. Al llegar a sus tierras los perros le ladraban y luego lo reconocieron moviendo la cola de felicidad. Entraba a la casa y abrazaba a su moribundo padre. A los dos días muere su papá y fue sepultado.

Al regresar a su casa, lo esperaba el jefe de la policía y el abogado. Le entregaron un documento donde le solicitaban desalojar la vivienda. No tenía otra opción que entregar la casa y dejarla en manos de los culpables de la muerte de su padre. Estando en la habitación de sus progenitores, lee las cartas que intercambiaba con su madre. Las horas se le fueron y guardó las epístolas, salió y les dijo a los trabajadores que cerraran las puertas con candado. En el interior de la casa dormían el abogado y policía, Luego de salir, le prendió fuego a la casa.

Vladímir Dubrovski se dedicará al bandidaje, como asaltante de caminos y saqueo de casas. La hija del cacique tenía 17 años, era hermosa y su padre contrato un maestro de París para clases particulares. Lo que no sabía era que ese profesor había sido interceptado por Vladímir y éste se hizo pasar por él durante tres semanas. El cacique era partidario de hacer bromas y sustos de mal gusto, un día ingresa al supuesto francés a un cuarto donde estaba un oso encadenado, pero la sorpresa se la llevó el dueño porque éste saca la pistola y mata al oso a sangre fría. Ese detalle causa impresión en la dama. Ya llegaban rumores de la fama de Dubrovski. 

En una fiesta del cacique, le pide al galo que se hospede en su casa, no olvidaba su proeza contra el oso. Esa noche el supuesto francés que era Dubrovski citaba a la muchacha en el jardín, tenía confesiones pendientes, estando ahí le dice la verdad de quien es, que la amaba y que ya no sentía deseo de vengarse de su padre. A los pocos días descubre la verdad y manda a traer a la policía para encontrar al joven Dubrovski. La ambición era tanta que le ordena a su hija contraer nupcias con un viejo príncipe. Un tipo arrogante, que tenía un rostro que reflejaba sus patrañas. Hablaba de viajes y de la imponente colección de arte que atesoraba en su castillo.

Intentaba comunicarse con Dubrovski para huir, pero no puede porque le cierra todas las puertas. No le quedó más remedio que casarse. Tiempo después ella y el príncipe son asaltados por los bandidos del joven héroe. Le pide que huyan, pero era demasiado tarde y se desata una balacera. Vladímir estaba era buscado por soldados de Moscú, tiene que enfrentar a los militares y ganaba el combate. Era tiempo de retirarse, les dice a los bandidos que ya se habían hecho ricos y que cada uno edificara una nueva vida. Así concluye la historia inconclusa de Dubrovski. Un libro de 95 páginas, por Pushkin (1799-1837), dejaba pendiente el último capítulo. La escribió en octubre de 1832 y fue un suceso verídico de una disputa entre un terrateniente y un aristócrata.