Cultura

Tabaquería 3, Pessoa

(¡Come chocolatines, pequeña,
come chocolatines!
Mira que no hay más metafísica en el mundo sino chocolatinas.
Mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.
¡Como, pequeña sucia, come!
¡Si yo pudiese comer chocolatines con la misma verdad con que comes!
Pero yo pienso, y al quitar el papel plata, que es de estaño,
lo tiro todo al suelo, lo mismo que he tirado la vida!)
Pero al menos queda de la amargura de lo que nunca seré
la caligrafía rápida de estos versos,
pórtico partido hacia lo Imposible.
Pero al menos me ofrendo a mí mismo un desprecio sin lágrimas,
noble al menos en el gesto amplio con que arrojo
la ropa sucia que soy, sin papel, al discurrir de las cosas
y me quedo en casa sin camisa.
(Tú, que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
ya seas diosa griega, concebida como estatua que estuviese viva,
o patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
o princesa de trovadores, gentilísima y colorida,
o marquesa del siglo dieciocho, descotada y lejana,
o cocotte célebre del tiempo de nuestros padres,
o no sé qué moderno -no imagino bien quétodo eso, sea lo que fuera que seas, ¡si puede inspirar, que inspire!
Mi corazón es un cubo vaciado.
Como los que invocan espíritus invocan espíritus, me invoco
a mí mismo, y no encuentro nada.
Me acerco a la ventana y veo la calle con una nitidez absoluta.
Veo las tiendas, veo los paseos, veo los coches que pasan,
veo los entes vivos vestidos que se cruzan,
veo los perros que también existen,
y todo esto me pesa como una condena al destierro
y todo esto es extranjero, como todo.)
Viví, estudié, amé, y hasta creí,
y hoy no hay mendigo al que no envidie sólo por no ser yo.
Miro a cada uno de los andrajos y las llagas y la mentira,
y pienso: tal vez nunca vivieses, ni estudiases ni amases ni creyeses
(porque es posible hacer la realidad de todo eso sin hacer nada de eso);
tal vez hayas existido apenas, como una lagartija a quien cortan el rabo
y sólo es un rabo removiéndose, más acá de la lagartija.