CulturaLado B

Su esposa era una mujer geniuda

Érase un coronel de otra época, cuyo nombre era Aureliano Buendía. Se distinguía por ser un hombre digno, “de huesos solidos articulados a tuerca y tornillo”. En sus ratos libres tomaba café y sentía que eso le aliviaba el alma. Su esposa era una mujer geniuda y amargada, lo regañaba porque descuidaba su apariencia. Su hijo Agustín, había fallecido y sus recuerdos los entristecían. Vivían precariamente en una casa con techo de palma. Algo que alegraba la existencia era su gallo de pelea, le proporcionaba esperanza de ganar dinero. Incluso los niños de la aldea acudían para contemplar al ave de pico y de cresta carnosa.

Su compadre don Sabas, era un político canijo, nunca lo ayudo a progresar. El coronel amaba la política, pero el gobierno nunca fue justo, siempre le prometieron y nunca le cumplieron. Tenía más de 15 años esperando la pensión militar, por sus servicios prestados a la patria. Todos los días acudía a la oficina de correos, para ver si el régimen le enviaba su cheque. Siempre era lo mismo, no le escribían y nunca llegaba su anhelada epístola. Su esposa le reprochaba su pobreza y eso le amargaba la vida. Con el paso de los años, la salud fue empeorando, su intestino estomacal estaba pudriéndose.

El médico que lo atendió, no le cobraba y le decía que luego de la victoria de su gallo le cobraba el servicio. Era un buen doctor porque le prestaba su periódico y se enteraba de las noticias. “—Para los europeos América del Sur es un hombre de bigotes, con una guitarra y un revólver” La jovialidad y gentileza del coronel poco a poco se fue perdiendo. Se había convertido en un viejo sombrío y sin dinero. Cada que sentía hambre, apretaba los dientes y pedía fiado en las tiendas. Sentía que el gobierno no correspondía los servicios prestados a la patria. Su mujer estaba encolerizada por vivir en la miseria.

Su abogado nunca le pudo ayudar y sus compañeros revolucionarios murieron esperando la carta de pensión. Las buenas noticias nunca llegaron y en su interior pensaba que la esperanza muere al último. Su compadre le aconsejaba que vendiera el gallo. Eran 40 años de angustias, calentaban piedras para que la gente no se diera cuenta que no tenían que comer. El coronel no tiene quien le escriba de Gabriel García Márquez. Es una obra recomendable. Todos nos sentimos identificados con el coronel Aureliano. Los libros permiten dialogar con los hombres de otro tiempo. Los tiempos de hoy son difíciles, pero templan el carácter y no debemos olvidar que soñar mejores momentos nos ayuda a borrar la agonía. La esposa estaba cansada de pobreza y por tal motivo estrujaba al coronel con desesperación. Necesitaba comer y su esposo con la dignidad y amargura le decía estoicamente que comieran mierda.