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Rafael Orozco: el viacrucis del ixtle en Coahuila

Es una fibra que antaño era muy bien pagada en el mercado, pero hoy es sinónimo de explotación y pobreza.

La lechuguilla  es una planta que se da en el semi desierto de Coahuila, y que por décadas ha sido el principal producto que ha dado de comer a miles de campesinos, los talladores ixtleros.

Rafael Orozco hoy vive de esta actividad en peligro de extinción.

Con la talla de 35 kilos semanales que “los coyotes” le pagan, sale para apenas dar de comer a sus cuatro hijos y su esposa enferma.

Su día a día implica levantarse a las 7:00 de la mañana, no lo hace más temprano porque en el rancho, en el kilómetro 64 localizado en la carretera libre a Torreón, no hay luz que le ilumine en su camino de 10 kilómetros aproximadamente para salir a buscar la planta que le da la fibra.

Después de caminar a campo traviesa por cuatro horas o más, en la ida y el regreso, y de los 4 ó 5 kilos que logra cortar en el monte, inicia la talla que saca la fibra para amarrarla y luego entregarla a la tienda de raya o, si tiene suerte, el comprador que se la adquiere en 24 pesos, un precio muy por debajo del costo total que en la única empresa que lo compra en Santa Catarina, Nuevo León, lo hace hasta en 70 pesos.

Además Rafael Orozco tiene que lidiar con otro conflicto: los cientos de campesinos que viven de la misma actividad, la enorme competencia que tiene en más de 100 ejidos de General Cepeda, Saltillo y Parras de la Fuente, donde muchos tienen almacenado el ixtle tallado pero que no es comprado.