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Los romances se escriben

“Don Quijote soy, y mi profesión la de andante caballería. Son mis leyes, el deshacer entuertos, prodigar el bien y evitar el mal. Huyo de la vida regalada, de la ambición y la hipocresía, y busco para mi propia gloria la senda más angosta y difícil. ¿Es eso, de tonto y mentecato?”

—Miguel de Cervantes Saavedra

Teoría de dulcinea, es un cuento de Juan José Arreola. Es una historia de un hombre que evitaba los encuentros con las mujeres, en cambio prefería sentarse a leer libros, y disfrutar de los romances que se escriben en sus páginas, el amor estaba en su imaginación, gozaba leer a Romeo y Julieta, se divertía del amor de Don Quijote y Dulcinea, en otras palabras ahí se encontraba su mayor felicidad, pero en la época de su vejez una mujer hermosa visitó su solitario hogar, pero no le dio importancia porque los libros eran su mujer y de quien estaba profundamente enamorado.

Juan José Arreola da cátedra del amor a los libros en ese pequeño microrrelato y subjetivamente nos dice que la obra de Don Quijote de la Macha es la gran épica de cualquier lector, podrán pasar los años y los siglos, pero los libros antiguos, aunque guarden el polvo del abandono, algún día serán abiertos y leídos, es ahí donde nuevamente cobran vida sus historias.

El otro cuento tiene que ver con Artemio de Valle Arizpe, escritor nacido en la ciudad de Saltillo en el año de 1884. Hombre jesuita, nombrado cronista de la capital mexicana en el año de 1942, apasionado de las historias románticas, acucioso investigador de las leyendas del virreinato. fue uno de los mejores cuentistas mexicanos, precisamente en uno de ellos, titulado Milagro Portentoso, nos habla de la historia de una mujer llamada Regina Arévalo, quien se distinguía por sus cualidades humanistas, amaba las flores y un día su vida se hizo más plena cuando contrae nupcias con Efraín, la vida giro en amor y en una eterna paz, luego tuvieron dos hijas, a quienes pusieron por nombres Rosa María y María Rosa, debido al amor a las flores.

Con el tiempo crecieron las dos hijas, María Rosa era caprichosa y le gustaba salirse con la suya, cambiaba de novio como de zapatos, en las noches era común que en su ventana recibiera serenatas y regalos, en cambio su hermana Rosa María era una joven más recatada en principios y valores, solo tuvo un romance y contrajo nupcias, era tan grande el amor de ella con su marido que todo fluía en detalles maravillosos, con el tiempo decidieron tener un hijo, el problema era que ella no quedaba embarazada y eso fue enfriando la relación.  

No obstante, su mamá que era una mujer creyente hizo rezos a Dios y a la Virgen, “Llego por fin el anhelado niño, causa de tantos y tantos afanes, pero no le nació ¡ay! a la triste casada, sino a la alegre soltera. Doña Regina, ante aquello inesperado, se quedó turulata y medio bizca, miraba boquiabierta hacia todas partes.”

Recordó que en sus rezos en lugar de pronunciar el nombre de Rosa María decía el nombre de María Rosa, quizá por ese error el milagro se hizo pero no como ella quería, esa distracción fue causa de culpabilidad y no le quedaba más que continuar con los rezos, pero ya con mayor concentración. De esa manera concluye el cuento de Artemio de Valle Arizpe (1888-1961).  “Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades.” —Miguel de Cervantes Saavedra. historiador82@yahoo.com