Verso
Uno cava en el verso,
hunde la pluma en él
hasta que corren las primeras gotas
de sangre por la página.
Pero el verso no corre
Se queda ahí, parado.
Nadie lo lee o conoce
Se escucha el ay de imprenta
que multiplica el verso
por mil o cinco mil.
Ya impreso,
la burla es más graciosa:
otras mil veces no será leído.
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