CulturaLado B

La metamorfosis, por Kafka 31

Pero la hermana era, lamentablemente, de otra opinión; no sin cierto
derecho, se había acostumbrado a aparecer frente a los padres como
experta al discutir sobre asuntos concernientes a Gregorio, y de esta
forma el consejo de la madre era para la hermana motivo suficiente
para retirar no sólo el armario y el escritorio, como había pensado en un
principio, sino todos los muebles a excepción del imprescindible
canapé. Naturalmente, no sólo se trataba de una terquedad pueril y de
la confianza en sí misma que en los últimos tiempos, de forma tan
inesperada y difícil, había conseguido, lo que la impulsaba a esta
exigencia; ella había observado, efectivamente, que Gregorio necesitaba
mucho sitio para arrastrarse y que, en cambio, no utilizaba en absoluto
los muebles, al menos por lo que se veía. Pero quizá jugaba también un
papel importante el carácter exaltado de una chica de su edad, que
busca su satisfacción en cada oportunidad, y por el que Greta ahora se
dejaba tentar con la intención de hacer más que ahora, porque en una
habitación en la que sólo Gregorio era dueño y señor de las paredes
vacías, no se atrevería a entrar ninguna otra persona más que Greta.
Así pues, no se dejó disuadir de sus propósitos por la madre, que
también, de pura inquietud, parecía sentirse insegura en esta
habitación; pronto enmudeció y ayudó a la hermana con todas sus
fuerzas a sacar el armario. Bueno, en caso de necesidad, Gregorio podía
prescindir del armario, pero el escritorio tenía que quedarse; y apenas
habían abandonado las mujeres la habitación con el armario, en el cual
se apoyaban gimiendo, cuando Gregorio sacó la cabeza de debajo del
canapé para ver cómo podía tomar cartas en el asunto lo más prudente
y discretamente posible. Pero, por desgracia, fue precisamente la madre
quien regresó primero, mientras Greta, en la habitación contigua,
sujetaba el armario rodeándolo con los brazos y lo empujaba sola de acá
para allá, naturalmente, sin moverlo un ápice de su sitio. Pero la madre
no estaba acostumbrada a ver a Gregorio, podría haberse puesto
enferma por su culpa, y así Gregorio, andando hacia atrás, se alejó
asustado hasta el otro extremo del canapé, pero no pudo evitar que la
sábana se moviese un poco por la parte de delante. Esto fue suficiente
para llamar la atención de la madre. Ésta se detuvo, permaneció allí un
momento en silencio y luego volvió con Greta.