Entonces el padre le dio por detrás un fuerte empujón que, en esta
situación, le produjo un auténtico alivio, y Gregorio penetró
profundamente en su habitación, sangrando con intensidad. La puerta
fue cerrada con el bastón y a continuación se hizo, por fin, el silencio.
Capítulo 2
Hasta la caída de la tarde no se despertó Gregorio de su profundo
sueño, similar a una pérdida de conocimiento. Seguramente no se
hubiese despertado mucho más tarde, aun sin ser molestado, porque se
sentía suficientemente repuesto y descansado; sin embargo, le parecía
como si le hubiesen despertado unos pasos fugaces y el ruido de la
puerta que daba al vestíbulo al ser cerrada con cuidado. El resplandor
de las farolas eléctricas de la calle se reflejaba pálidamente aquí y allí en
el techo de la habitación y en las partes altas de los muebles, pero abajo,
donde se encontraba Gregorio, estaba oscuro. Tanteando todavía
torpemente con sus antenas, que ahora aprendía a valorar, se deslizó
lentamente hacia la puerta para ver lo que había ocurrido allí. Su
costado izquierdo parecía una única y larga cicatriz que le daba
desagradables tirones y le obligaba realmente a cojear con sus dos filas
de patas. Por cierto, una de las patitas había resultado gravemente
herida durante los incidentes de la mañana -casi parecía un milagro que
sólo una hubiese resultado herida-, y se arrastraba sin vida.
Sólo cuando ya había llegado a la puerta advirtió que lo que lo había
atraído hacia ella era el olor a algo comestible, porque allí había una
escudilla llena de leche dulce en la que nadaban trocitos de pan. Estuvo
a punto de llorar de alegría porque ahora tenía aún más hambre que
por la mañana, e inmediatamente introdujo la cabeza dentro de la leche
casi hasta por encima de los ojos. Pero pronto volvió a sacarla con
desilusión. No sólo comer le resultaba difícil debido a su delicado
costado izquierdo -sólo podía comer si todo su cuerpo cooperaba
jadeando-, sino que, además, la leche, que siempre había sido su bebida
favorita, y que seguramente por eso se la había traído la hermana, ya no
le gustaba; es más, se retiró casi con repugnancia de la escudilla y
retrocedió a rastras hacia el centro de la habitación.
Tags:La Metamorfosis
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