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La metamorfosis, por Kafka 19

Muy tarde, ya de noche, se apagó la luz en el cuarto de estar y entonces
fue fácil comprobar que los padres y la hermana habían permanecido
despiertos todo ese tiempo, porque tal y como se podía oír
perfectamente, se retiraban de puntillas los tres juntos en este
momento. Así pues, seguramente hasta la mañana siguiente no entraría
nadie más en la habitación de Gregorio; disponía de mucho tiempo
para pensar, sin que nadie le molestase, sobre cómo debía organizar de
nuevo su vida. Pero la habitación de techos altos y que daba la
impresión de estar vacía, en la cual estaba obligado a permanecer
tumbado en el suelo, lo asustaba sin que pudiera descubrir cuál era la
causa, puesto que era la habitación que ocupaba desde hacía cinco años,
y con un giro medio inconsciente y no sin una cierta vergüenza, se
apresuró a meterse bajo el canapé, en donde, a pesar de que su
caparazón era algo estrujado y a pesar de que ya no podía levantar la
cabeza, se sintió pronto muy cómodo y solamente lamentó que su
cuerpo fuese demasiado ancho para poder desaparecer por completo
debajo del canapé.
Allí permaneció durante toda la noche, que pasó, en parte, inmerso en
un semisueño, del que una y otra vez lo despertaba el hambre con un
sobresalto, y, en parte, entre preocupaciones y confusas esperanzas, que
lo llevaban a la consecuencia de que, de momento, debía comportarse
con calma y, con la ayuda de una gran paciencia y de una gran
consideración por parte de la familia, tendría que hacer soportables las
molestias que Gregorio, en su estado actual, no podía evitar
producirles.