Con esta terrible exclamación, Onieguin se siente poseído de un escalofrío, se
aparta y llama a la gente. Zaretski pone cuidadosamente en el trineo el cuerpo helado;
lleva a casa la terrible carga. Los caballos, oliendo a muerto, se ponen a piafar y a
relinchar, mojando los bocados de acero con blanca espuma, galopan como flechas.
Amigos míos, compadeced al poeta que, en la flor de sus alegres esperanzas, se
marchitó. ¿En dónde están la ardiente inquietud, el noble afán de los jóvenes
sentimientos y pensamientos, tan elevados, tiernos y valientes? ¿En dónde están los
deseos tempestuosos del amor, la sed de la ciencia y del trabajo, el miedo al vicio y a
la vergüenza? ¿Y vosotras, ilusiones ocultas, fantasmas de una vida celeste, o
vosotros, sueños de la poesía sagrada? Tal vez había nacido para el bien de la
Humanidad, o, por lo menos, para su gloria; su callada lira hubiera podido resonar a
través de los siglos con eterno y vibrante sonido. Tal vez en la escala de la vida tenía
un puesto privilegiado. También puede ser que su sombra doliente se lleve consigo el
secreto sagrado, y que se apague para nosotros la voz creadora. Los himnos de los
siglos y las bendiciones de los pueblos no llegarán a través de la tumba.
Llenando su vida de veneno, sin haber hecho mucho bien, ¡ay!, hubiese podido
dar un tema a todos los periódicos con su gloria inmortal, enseñando a la gente y
burlándose de ella en medio de los aplausos o del ruido de las maldiciones. Hubiera
podido seguir un camino terrible hasta entregar el último suspiro a la vista de
solemnes trofeos como nuestro Kutusof o Nelson en el destierro, como Napoleón, o
ser colgado como Rileev.
Puede ser también que un destino corriente esperase al poeta. Al transcurrir los
años de juventud, se calmaría el ardor de su alma; hubiera podido cambiar mucho,
separarse de las musas y casarse. En el pueblo, dichoso y rico, llevar una bata
guateada, conocer la vida verdaderamente, y a los cuarenta años sufrir de la gota.
Beber, comer, aburrirse, engordar y, al fin, morir en su cama, rodeado de niños,
mujeres llorosas y médicos.