Haruki Murakami (1949) tiene una rutina que no interrumpe por absolutamente nada en el mundo: se despierta a las cuatro de la mañana, antes de que salga el sol, y escribe sin parar durante seis horas seguidas. Luego, después de comer algo, sale correr o nadar, luego regresa a su casa para leer o escuchar música hasta las nueve de la noche, hora reglamentaria de dormir para este autor tan disciplinado.
Gabriel García Márquez (1927-2014), no podía escribir si no tenía una flor amarilla en su escritorio. Solamente cuando la flor estaba en su sitio, el creador del Realismo Mágico procedía a descalzarse y entonces comenzaba a escribir.
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