Periódicamente la veía en la pantalla, era tan pequeñita.
Un diciembre del 2011 nació. La pediatra la puso en mis brazos y la vida se tiñó de colores, como un arcoíris. La abracé con todo mi amor y desde ese instante, su corazón y el mío, se fusionaron para siempre, para mantenerse así hasta más allá de la distancia y más allá del tiempo.
Los meses pasaron y un día escuché por primera vez, esa palabra mágica, esos cuatro fonemas que no brotaron de su boca, provenían de lo más profundo de su corazón: PAPÁ!!!
Su eco aún lo escucho en mi alma, ahí sonará por siempre.
Ser padre, es algo maravilloso, lo he disfrutado desde ese invierno en que con nervios, emoción y amor la tuve en mis brazos. Conocí así el más puro, inocente y profundo amor.
Junto con esa felicidad, llegó también la responsabilidad más grande de mi vida, la responsabilidad sublime y perenne de darle amor cada minuto de las 24 horas de cada día, de darle buenos ejemplos, de velar por su educación y su salud, y sobre todo de propiciar su felicidad cada segundo de cada minuto.
Dormirla cada noche (hasta hoy en día), con un masaje en la planta de los pies como nos enseñó a los papás un maestro de educación física en la guardería, justamente un día del padre, narrarle un cuento inventado al instante, donde ella era la protagonista del mismo, escucharla suspirar cuando concluía la mágica historia. En esos cuentos, nos escapábamos de nuestros cuerpos, abordábamos el avión con dirección a la CDMX, en el aeropuerto nos esperaba nuestro amigo Edwin con su taxi, antes de ir al hotel, hacíamos escala en la vecindad del chavo del 8. Mi niña jugaba súper divertida con la chilindrina, la popis, Kiko, ñoño y el chavo de ocho, mientras yo charlaba con el Profr jirafales, Don Ramón, el Sr Barriga. Después, nos íbamos al hotel, con la promesa de volver. Llegando al hotel, le narraba un cuento y se dormía feliz, esperando el día siguiente para vivir nuevas aventuras. Verla dormir feliz, plácidamente y escucharla sonreír en la madrugada, me daba la certeza de que era una niña que hasta dormida era feliz.
Despertarla con un beso en la mejilla y muchos te amo cuando aún estaba oscuro para vestirla con el uniforme del colegio, arreglarla y peinarla ( nunca aprendí a hacerle peinados, pero si, a amarla y respetarla con todo mi corazón). Felices íbamos al colegio, controlando el volante con la mano izquierda y con la derecha tomaba su mano izquierda, charlando como si fuéramos por la alameda.
Al despedirnos en el colegio, mi niña lloraba, yo me aguantaba, la veía hasta que se perdía de mi vista. Caminando con lágrimas bajando por mi rostro, sin importar que me vieran, regresaba a la camioneta. Contábamos los minutos para que llegara la hora de salida y vernos.
Corría por ella al colegio, nos buscábamos con la mirada hasta encontrarnos. Acelerábamos el paso y nos abrazamos con tanta ternura y amor. Como si hubiese sido un siglo lo que el destino nos separó. Otra vez estábamos juntos!!
Recorrimos juntos cada parque de la ciudad, fuimos a todos los circos que venían a Saltillo, en el teatro de la ciudad vimos todas las obras infantiles que se presentaban, ( la niña temía cuando vimos a Pepa, pensaba que era una cerdita de verdad), disfrutamos todos los estrenos de películas de niños en el cine. Viajamos a la CDMX, Toluca, Ixtapan de la Sal, Monterreal, Monterrey.
Así, viajamos por la vida, por el mundo mágico que construimos, unidos por el corazón, por el amor, por la bendición de Dios , siempre juntos mi niña y yo.
A este majestuoso viaje , de amor y responsabilidad, que realizamos, se nos unió en el camino otra hija, quien también me llamó PAPÁ, y su eco se conjugó con los fonemas vertidos por la niña mayor y, en sí, el amor de los tres, se conjugó en un solo corazón.
Los dos goles más maravillosos de mi vida, fueron ellas. Fueron goles que me hicieron sentir campeón del mundo.
También vivimos madrugadas de suma tristeza, de miedo, cuando mi niña mayor tenia temperatura, vo’mito, noches sin dormir cuidándola , nebuliza’ndola llorando a su lado, mientras ella deliraba. Pero el destino puso a la pediatra, a la Dra Adriana S. en nuestro camino, quien siempre, desde cualquier rincón del mundo y a cualquier hora me atendía , con una mano en el corazón y la otra en la ciencia, me decía que hacer. Extraordinaria doctora, ser humano excepcional.
Bendiciones a todos los papás de Coahuila y México!!!
Amen muchos a sus hijos y a sus hijas, necesitan el amor del papá para ser plenamente felices. Ustedes son sus héroes, no lo olviden, un héroe, siempre está en el corazón de sus hijos e hijas.
Felicidades a todos esos grandes héroes, a esos hombres que trabajan arduamente para dar calidad de vida a sus hijos e hijas, felicidades a esos hombres con rostro duro , pero con corazón más tierno que el pétalo de una rosa y mas dulce que la miel cuando escuchan la palabra PAPÁ… Feliz Día del padre a todos esos esos hombres que tienen corazón de papá.