Moscú, Rusia. – (Agencias) Hace 30 años, un 25 de diciembre de 1991, Mijael Gorbachov dimitía como presidente de la Unión Soviética, causando lo que sería la caída del Bloque soviético y el comunismo en la Europa del este. Sin embargo, sigue siendo una herida para algunos que no ha sanado y que genera sentimientos encontrados.
“Vivíamos bien, en paz, en tranquilidad, todo estaba bien (…). Y luego vinieron sólo traidores, por así decirlo. Gorbachov arruinó la Unión Soviética, Boris Yeltsin, el borracho, le ayudó”, explica Valentina Shmeleva, exmaestra de escuela primaria, de 84 años.

«Sé que mis padres estaban muy interesados en el colapso de la Unión Soviética y que les ha marcado para siempre. Pero yo soy un ciudadano de la Rusia moderna. Y antes de que me lo dijeras, ni siquiera sabía la fecha de su caída”, indica el estudiante de periodismo Andrei Popov.
El exlíder soviético Mijaíl Gorbachov dijo el viernes que Estados Unidos se volvió «arrogante y seguro de sí mismo» tras la caída de la Unión Soviética, lo que llevó provocó la expansión de la alianza militar de la OTAN.
Esa noche era de fiesta en Occidente, pero en Rusia no. Ese día estuvo lleno de hechos para la historia. Cuando llegó el momento de firmar el decreto de su propio cese como presidente, la pluma de Gorbachov se secó.

Uno de los presidentes de la cadena de noticias CNN, Tom Johnson, que se encontraba en ese momento en Moscú con su equipo de televisión, le dio al presidente ruso su pluma, una Mont Blanc, que le había regalado su esposa por sus 25 años de casados. ¿Es estadounidense?, dudando un momento preguntó Gorbachov; “No señor, o francesa o alemana”, respondió Johnson. Y entonces, Gorbachov firmó.
“En 1991, nos dividimos en 12. Pero da la impresión de que eso no es suficiente [para Occidente]”, dijo el presidente ruso, Vladímir Putin, el jueves en su tradicional rueda de prensa anual.
“Rusia es demasiado grande en su opinión porque los propios países europeos se han convertido en Estados pequeños, no en grandes imperios. Incluso tras el desplome de la URSS, donde solo nos quedan 146 millones de habitantes, esto parece demasiado; solo esto puede explicar una presión tan constante”, dijo Putin.

Ocho años después de aquella tarde lluviosa del 25 de diciembre, Putin llegó al poder en Rusia. El exagente de la KGB, que le tocó la traumática caída del Muro de Berlín estando en Alemania, en 1989, llegó con la promesa de estabilidad y de recuperar las viejas glorias de un estado fuerte, recuerda Yelena Voronkova, maestra jubilada de 78 años.
“La gente estaba cansada, casi traumatizada por el desplome de todo lo que habían conocido y que, de repente, ya no servía para vivir el día a día. Incluso muchos de los que vivimos aquella época de cambios con emoción”, cuenta Voronkova.
La caída de la URSS dejó atrás la falta de libertades y marco una época de florecimiento de la oposición política, de libertad de movimientos de vanguardia, también la esperanza de los cambios sociales que tímidamente inició Gorbachov.
Pero también fue un tiempo de turbulencias políticas y económicas, de capitalismo salvaje en el que unos pocos se hicieron fabulosamente ricos mientras la mayoría tuvo que subsistir con lo puesto y navegar por un sistema económico que desconocía.