Vivió de ese modo por espacio de tres años. Arrendaba tierras y sembraba
trigo. Esos años las cosechas fueron buenas y Pajom empezó a ganar dinero.
Vivía bien, pero le molestaba pagar cada año el arriendo de la tierra y tener que
luchar por ella; porque, allí donde había una buena parcela, acudían enseguida
otros campesinos y la acaparaban toda; así que, si no llegaba a tiempo se
quedaba sin tierra para sembrar. El tercer año arrendó a medias con un
mercader un prado de unos campesinos; habían empezado a ararlo cuando los
campesinos les pusieron un pleito y el trabajo se perdió. « Si hubiera tenido mi
propia tierra —pensaba—, no habría tenido que rendir cuentas a nadie y me
habría ahorrado todos estos disgustos» .
Y empezó a informarse de dónde podía comprar tierra a perpetuidad. Al
poco tiempo conoció a un mujik que había comprado quinientas desiatinas, pero
se había arruinado y las vendía a un buen precio. Pajom entabló negociaciones
con él. Tras mucho regatear, se pusieron de acuerdo en una suma de mil
quinientos rublos, mitad al contado y mitad a plazos. Habían cerrado ya el
acuerdo, cuando un día un comerciante de paso se detuvo en casa de Pajom para
dar de comer a los caballos. Bebieron un poco de té y charlaron. El comerciante
le contó que venía de la lejana región de los bashkirios, donde había comprado
cinco mil desiatinas de tierra por mil rublos. Pajom le hizo algunas preguntas y el
comerciante dijo lo siguiente:
—Solo hay que ganarse la voluntad de los ancianos. Les he regalado batas y
alfombras por valor de cien rublos, además de una caja de té; y he dado vino a
los que les gusta la bebida. De ese modo he comprado la tierra a veinte kopeks la
desiatina. —Le enseñó el acta de compraventa y añadió—: La tierra está a la
orilla de un río y toda la estepa está cubierta de hierba.
Pajom le hizo más preguntas y el comerciante dijo:
—Hay tanta tierra que no podrías recorrerla en un año. Y toda pertenece a
los bashkirios, que son tan inocentes como corderos. Se puede conseguir la tierra
casi de balde.
« ¿Por qué voy a pagar mil rublos por quinientas desiatinas —pensó Pajom—
y a contraer una deuda, cuando con esa misma cantidad puedo conseguir allí
toda la tierra que se me antoje?»
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