CulturaLado B

La metamorfosis, por Kafka 29

Con exclamaciones de excitada alegría se acercó la madre, pero
enmudeció ante la puerta de la habitación de Gregorio. Primero la
hermana se aseguró de que todo en la habitación estaba en orden,
después dejó entrar a la madre. Gregorio se había apresurado a colocar
la sábana aún más bajo y con más pliegues, de modo que, de verdad,
tenía el aspecto de una sábana lanzada casualmente sobre el canapé.
Gregorio se abstuvo esta vez de espiar por debajo de la sábana;
renunció a ver esta vez a la madre y se contentaba sólo conque hubiese
venido.
-Vamos, acércate, no se le ve -dijo la hermana, y, sin duda, llevaba a la
madre de la mano. Gregorio oyó entonces cómo las dos débiles mujeres
movían de su sitio el pesado y viejo armario, y cómo la hermana
siempre se cargaba la mayor parte del trabajo, sin escuchar las
advertencias de la madre que temía que se esforzase demasiado. Duró
mucho tiempo. Aproximadamente después de un cuarto de hora de
trabajo dijo la madre que deberían dejar aquí el armario, porque, en
primer lugar, era demasiado pesado y no acabarían antes de que
regresase el padre, y con el armario en medio de la habitación le
bloqueaban a Gregorio cualquier camino y, en segundo lugar, no era
del todo seguro que se le hiciese a Gregorio un favor con retirar los
muebles. A ella le parecía precisamente lo contrario, la vista de las
paredes desnudas le oprimía el corazón, y por qué no iba a sentir
Gregorio lo mismo, puesto que ya hacía tiempo que estaba
acostumbrado a los muebles de la habitación, y por eso se sentiría
abandonado en la habitación vacía.